Los aún recientes “espacios” en la red, proliferantes, que ofertan la creación de un “perfil”, tanto personal como profesional, plantean algunas cuestiones acerca del lugar que ocupan nuestros cuerpos.
La creación de un “yo” virtual, su doble, en uno de estos sitios en la red simula una segunda oportunidad para poder decidir como ser visto ante los demás, construir la propia imagen. Desde el comienzo se tiene disponible todo un menú de configuración con multitud de posibilidades. La capacidad de auto.configurarse al antojo en un otro no.lugar, territorio por explorar, responde a la creencia en una second life, una utopía, como señala Michel Foucault, “lugar fuera de todos los lugares, (…) donde tendré un cuerpo sin cuerpo, (…) siempre transfigurado, (…) la utopía de un cuerpo incorpóreo.” Por lo tanto, “los medios digitales de la actualidad modifican nuestra percepción [del cuerpo](...), sin embargo esta percepción permanece ligada al cuerpo”, tal y como dice Hans Belting en Antropología de la imagen, “las imágenes desprenden en cierto modo la mirada del cuerpo, y conducen a la conciencia de un lugar imaginario hacia donde el cuerpo no puede seguirla. (…) Con las nuevas tecnologías, el cuerpo se convierte en mayor medida en un verdadero lugar de las imágenes, ya que sólo se encuentra a gusto en imágenes con las que se comunica con el mundo o con otros mundos.”
Un perfil en cualquiera de estas redes, con su descripción personal y su avatar, es para y en contra del cuerpo. Funciona como una prolongación del mismo, la personalidad virtual está hecha para ser habitada, como un doppelgänger, doble fantasmagórico al que poseer. Y a su vez sólo existe como imagen, precisamente el doble es un otro siniestro, que se me parece pero no soy yo. A lo que conduce esta ampliación de la percepción personal es a la sustitución de la experiencia corporal, por lo tanto vital, por la experiencia en imágenes, la existencia como imagen. Hoy día parece que no hay más momento vivido que el fotografiado y/o filmado. El recuerdo, imagen de la memoria que se origina en nosotros mismos, cede su lugar a la imagen técnica, a esa sombra que viene a ocupar un hueco en sustitución de un momento, un instante y unos cuerpos.
Cuando ya todo es fotografiado y filmado, pasa a convertirse en imagen, ese otro, y se habita en la mediasfera de lo visual, como lo llama Régis Debray, la imagen que captura un momento que ya pasó, es exaltación de la vida pero también es un registro de muerte, de lo que fue y ya no será más. Es un umbral que niega a la vez que afirma, un retrato en fotografía que afirma la presencia así como la niega, como sombra y no como presencia física, se convierte en re.presentación.
De cualquier modo, Ro.Ro expone su (otra) vida, a sus dobles, su perfil de Facebook; en definitiva, su vida convertida en imagen, que como tal se la puede matar, se puede morir, luego resucitar y por supuesto también clonar, de igual manera que lo hacen los dibujos animados. Ro.Ro comparte su perfil, sube su avatar, comenta e invita a comentar, enlazar, compartir y dejar tantos “me gusta” como guste. Y por el momento, al Sótano del Círculo de Bellas Artes y a 10 personas más les gusta esto.
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