Divagando: vagos apuntes sobre Vagar de Noelia Villena.


La palabra “vagar” tiene diferentes acepciones destacables dentro del léxico español, como por ejemplo, tener tiempo y lugar suficiente o necesario para hacer algo; estar ocioso; andar por varios lugares sin especial detención en ninguno; tiempo desocupado que permite hacer algo; o pausa, sosiego. Ya sólo atendiendo al cuidadoso título que Noelia Villena ha escogido audazmente para su última exposición individual en el Ateneo de La Laguna, esbozamos una primera idea acerca de lo amplia, compleja y con diversidad de fugas y derivas de su proposición, en cuanto que propone. La palabra vagar procede a su vez de las palabras latinas vacare y vagari. La primera de ellas, vacare, se traduciría como vacío o libre y de ella se deriva también la familia léxica de vacaciones y vacante. Por parte de vagari, y a partir de ella, se relaciona con términos como divagar, extravagante, vagabundo y vulgivagus, que viene a significar promiscuo.


Esta introducción nos acerca al posicionamiento de Noelia cuando decide trabajar con las imágenes, su promiscuidad en la elección del tema, como divaga y vaga entre ellas, como un vagabundo en un mundo que ha devenido imagen, que ya sólo es representación y que no se reconoce a sí mismo sino mediante las imágenes que de él se producen. Y también nos acerca a un tipo de actitud, el derecho a vaguear, estar ocioso, el tener tiempo libre, bajar de ritmo, ir más lento. Parece que cada vez es más aceptado la rapidez con la que avanza el mundo, la carrera por el desarrollo que ha llegado a sus cotas más altas de velocidad, y subiendo, pero no funcionan los frenos. Ante este panorama, que se entiende de aquí a un tiempo insostenible, sería saludable reducir la marcha, bajar el paso y valorar con perspectiva el devenir de las cosas, hacia donde se va o se quiere ir y a que ritmo, porque en cualquiera de los casos tan importante es llegar como la manera de hacerlo.

Debido a ello, la obra de Noelia es ligera, leve, descompasada, nos propone y cuestiona, en otro tono, la posibilidad de tomar otro rumbo, como los abatimientos en navegación, esto es, el ligero desviamiento de la nave respecto al rumbo trazado, motivado por y para compensar la dura acción del viento. La fragilidad y maleabilidad de los materiales con los que se (des)dibuja el paisaje en “Vagar” es paralela a la fragilidad y maleabilidad de las imágenes contemporáneas. En la actualidad disponemos de pocas certezas, es más, solemos estar alerta cada vez que algo se nos presenta como real o unitario. Tras la muerte de Dios, de las ideologías, y dicen que también del arte, ya no nos quedan grandes historias que contar, inmersos en una crisis del relato y de la imagen, nos auto-representamos en el fragmento, en el montaje, el ensamblaje, el reciclaje, la mezcla ... la producción se sustituye por la post-producción (Nicolas Bourriaud). Al igual que la obra se monta con medios pobres y reciclables, a sabiendas que después va a desaparecer y dejar sitio para otra cosa, la imagen que aparece es tal paisaje como podría ser otro, el paisaje propuesto por Noelia para “Vagar” esta cargado de significados y metáforas que ella ha desarrollado, como lo están cargados otros más. Su método, seleccionando imágenes por su valor metafórico, aunque aparentemente azaroso en cuanto que no se le atribuye a cada imagen un valor único y fundamental en el orden del relato, sigue un proceso consciente, incluso se puede decir exacto (Italo Calvino).


Lo que se nos muestra ante nosotros es un escenario, y, si como ya nombramos antes, todo es imagen, los lugares desaparecen para ser sustituidos por la propia representación del lugar, el paisaje sólo existe como imagen, así que cuando hoy en día creemos que todo es paisaje [sic.] en realidad estamos ocultando que todo es imagen (Hans Belting). Si una vez aceptamos que cualquier lugar es escenografía, representación y espacio de la representación, no es descabellado que propongamos nuestros propios escenarios, plantear que (no)lugares queremos habitar. Noelia hace una propuesta de escenario, de paisaje auto-desmontable, formado por los restos del capital, material sobrante de la mudanza o la mensajería; la cinta que sella la mercancía, lista para enviar, aquí abre un bosque. Un paisaje para recorrer con tiempo, sin prisas, donde cuestionarnos nuestra propia percepción del sitio, prestar atención a nosotros en relación al entorno y tomar una actitud activa en relación a la obra. Porque en un mundo en el que ya todo es imagen y no consta de relatos, en el que el lugar también es imagen, la artista se podría dedicar a hacer cine, a trabajar con fragmentos de imágenes en movimiento, montar las escenas que aparecen para que instantáneamente vuelvan a desaparecer, creando lo que Belting denomina un lugar para lo visual, lo estrictamente visual, donde la movilidad del cuerpo se substituye por la exclusiva movilidad del ojo y la de la cámara. Por el contrario, Noelia Villena (post)produce lugares para el cuerpo, el cuerpo físico, para su desplazamiento y puesta en situación en relación al sitio, habitarlo; vagamos por sus imágenes de la misma manera que vagamos por el mundo.


Durante el tiempo de “Vagar”, la sala de exposiciones del Ateneo discurrirá con otra temporalidad, para tomarse las cosas con calma, tener tiempo de plantearse las cosas, hacer el vago, comportarse de forma extravagante sin seguir el normalizado ritmo frenético, divagar por otros terrenos sin seguir un orden marcado ni tener muy claro el destino final. Tomemos la exposición de Noelia Villena como un alto en el camino y de paso revisar la hoja de ruta.


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