Elogio de la sexualidad

Texto dedicado a la obra de Raquel H. Verdú




Your body is a battleground”

(Bárbara Kruger)


Tú cuerpo es el campo de batalla. Con esta sentencia se anunciaba una marcha feminista, mediante un cartel obra de Barbara Kruger. Y con esta idea parece partir el trabajo de Raquel Hernández Verdú, quien se basa en la teoría Queer como material de referencia. Dicha teoría afirma que la identidad sexual y el género de las personas son el resultado de una construcción social, y por tanto política. El cuerpo es el símbolo personal y social de la identidad, un elemento básico mediante el cual está construida, -comenta José Miguel G. Cortés- es un vehículo metafórico lleno de significados.

En su obra Verdú saca a relucir la doble condición de cuerpo humano, como objeto y sujeto. Por una parte es el mecanismo productor de subjetividad, lo que es la identidad, y por otra es un objeto de placer sexual. Es sobre todo en esta última idea donde la artista más se ha detenido, en la exploración de las formas de sexualidad contemporánea como vía de emancipación de los condicionamientos sociales. Para ello, el cuerpo se convierte en mera carne, en soma, un dispositivo de la sensualidad. En el orgasmo, como en la muerte, nuestro ser se solapa en un único instante de placer, somos la intensidad y vibración del momento, el último aliento, la última frontera.



La sombra es el medio a través del cuál los cuerpos manifiestan su forma.”

(Leonardo da Vinci)


Raquel H. Verdú hace uso de la fotografía y el juego de luces para resaltar esos cuerpos vibrantes de sensualidad. Como resalta Hans Belting, los cuerpos se hacen evidentes en la luz también por el hecho de que en ellos mismos se forman sombras.

En sus fotografías se pasean una serie de composiciones amaneradas que recuerdan a la iconografía barroca, pero cuya luz no es esa iluminación metafísica en un siglo lleno de sombras, como en el barroco, sino más bien una luz que aplana, que no modela los cuerpos sino traza líneas alrededor de él, un neón discotequero. Esos cuerpos desnudos tirados por los muebles de la casa, jugando a ser figuras del pasado, es más probable que vengan del punto álgido de exceso en una fiesta privada que de un momento reseñado y transcendental de la moral humana.

Si cabe alguna probabilidad de que los cuadros de Caravaggio acabaran en orgía, en las fotografías de Verdú no cabe duda alguna.



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