Preguntar, escuchar y responder.


Ensayo para catálogo, entrevista con Dennys Matos, para la exposición Black Friday de Martin & Sicilia. TEA Tenerife, España. Abril 2011

Dennys Matos: Preguntar, escuchar y responder son las bases de cualquier diálogo. Y es precisamente el ejercicio de dialogar lo que hace posible cualquier comprensión.
La conversación que sigue a continuación, versa sobre problemáticas recurrentes en las que han venido trabajando Martín y Sicilia en los últimos años: La dictadura del consumo, el estado del bienestar como fábrica de seres sin identidad propia, especie de zombis que deambulan por el mundo sin rumbo u objetivo alguno, excepto el de vivir cautivos de sus obsesiones consumistas. Martín y Sicilia también han abordado el miedo como instrumento de manipulación, las falsas identidades o el declive de la masculinidad, cuyos patrones de comportamientos socioculturales se encuentran en plena decadencia, como síntoma de la actual crisis de valores que vive el estado capitalistas global.
Todas estas problemáticas están, de alguna manera, presentes en la exposición y también en esta “entre vista” sobre la obra de Martín y Sicilia, con personas que desempeñan un papel activo e importante dentro del mundo del arte. Hemos preferido, aprovechando el valor fundamental que adquiere la metáfora en el lenguaje pictórico y discursivo de Martín y Sicilia, emplear un formato de entrevista menos usual donde, a cada pregunta, antecede la narración de una situación determinada. Estas situaciones, narrativamente hablando, tienen un carácter ficcional y nos sirven para deslizar preguntas que implican respuestas narrativas (y ficcionales), como correlato metafórico a las problemáticas abordadas en la obra de Martín y Sicilia.
  1. Es difícil que le puedas caer bien a todo el mundo, sería bonito, pero no es así. De hecho, cuando caes bien a todo el mundo, va y aparece uno (o unos) a quien le caes mal, justamente porque le caes bien a todo el mundo.
Cuando detecto que alguien quiere hacerme daño hablando mal a mis espaldas, sin yo haberle hecho nada malo, hay a mi modo de ver, solo dos opciones o dos reacciones frente a ello. O bien me lio a trompadas haciendo entender que, en lo adelante, de continuar la situación esa será mi única respuesta o bien ignoro la situación para no alimentar lo que considero una paranoia. Aunque hay que tener cuidado con esto, porque podríamos parecer como los avestruces que, al percibir algún problema meten la cabeza en un hueco, como si por voluntad propia, al retirar nuestra atención a las cosas que nos resultan desagradable, éstas vayan a solucionarse por sí solas.
¿Cómo responderías frente a estas situaciones. A la manera de trompadas, es decir, asumiendo la beligerancia o, sabiendo que se trata de una paranoia, esperas que las cosas tomen sus cauces y se solucionen por sí solas, al modo del avestruz?
Arístides Santana: La reacción “natural” o primera intención sería liarse a bofetadas a diestro y siniestro. Todo el mundo conoce a algún personaje que habla más de la cuenta y siempre es un placer hacerle callar la boca al que se pasa de listo. Dejarle claro desde el principio que no vas a dejar pasar ni una sola y que no tolerarás ninguna estupidez parece la opción más valida. No obstante, el problema se encuentra precisamente en el enunciado “no le puedes caer bien a todo el mundo”. Al igual que piensas que alguna otra persona se ha pasado de la raya y se merece un puñetazo, alguien estimaría que quien se ha extralimitado has sido tú y de la misma manera y con la misma legitimidad, él te podría tumbar al suelo. De ese modo la cuestión de liarse a trompadas con quien se lo merezca terminaría pasando a ser una paranoia colectiva, un enfrentamiento de todos contra todos, que ponga en el punto de mira los 360º y alcance a cualquiera de nosotros. Ahora que la mayor parte de la población mundial vive en la ciudad y tenemos que compartir nuestro tiempo y espacio, que cada vez tiende a ser más reducido, con nuestros vecinos, el miedo que nos produce saber que en cualquier momento quienquiera que se nos tropiece por la calle nos pueda dejar KO, hace que sea necesario un acuerdo entre hombres (o entre lobos). Un entorno habitado por individuos con sus propias reglas del juego y a quienes no les preocupa lo más mínimo hacerlas entender a la fuerza bruta, no parece un entorno sostenible. La situación excepcional y caótica de un lugar bajo esas condiciones hostiles no es un hábitat muy fértil para las relaciones interpersonales y vecinales.
Una vez realizado dicho acuerdo, como un código mínimo de buena vecindad, que la mayor parte del tiempo me protege de los otros pero también me obliga a contener mis impulsos, la mayoría de las veces tendré que agachar la cabeza y confiar que las cosas realmente se arreglen por sí mismas. Esta opción, aunque pueda parecer más sensata y cómoda, ya que me exime de toda responsabilidad de juicio, requiere tener en cuenta que, como el avestruz, cuando escondes la cabeza te quedas con el culo al aire. Esto implica la inoportuna introducción de todo tipo de incomodidades y situaciones vergonzosas, cerrar los ojos y apretar los puños aunque no nos apetezca, con vaselina todo entra. Estaremos (casi) seguros de que nadie nos va a atacar, pero a cambio tendremos que hacer de tripas corazón y convivir con historias que no siempre serán de nuestro agrado. Habría que tener en cuenta que mientras se respete nuestro acuerdo, más de una vez se podrá aguantar con el culo por fuera, pero a sabiendas que desde que alguno se salte todas las normas y se pase de la raya, nos liamos a patadas.


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