“Conoce
al enemigo y conócete a ti mismo y, en cien batallas,
no
correrás jamás el más mínimo peligro.”
(Sun
Tzu,El
Arte de la Guerra)
Todavía
a día de hoy, o posiblemente más a menudo a día de hoy, se discute
en foro públicos o corrillos privados acerca de si el arte se puede
enseñar o no. Si este es un tipo de conocimiento
transmisible
y acumulable, o si más bien se trata de un quehacer
particular ligado a la experiencia vital. De ser así, una persona
observadora y sensible, con una mente abierta al mundo que se
presenta ante sus ojos, podría extraer una serie de ideas o
cualidades de su tiempo, que le empuje a hacer uso de las
herramientas artísticas para manifestar dichas ideas y cualidades.
Por parte de los defensores de los estudios artísticos, se defiende
que el desarrollo de las artes plásticas se ha ido complicando y
especializando, sobre todo a raíz del último siglo, y por tanto se
necesitan una serie de nociones y orientaciones básicas. Para no
caer en la ingenuidad. O para no descubrir
la pólvora.
Por supuesto, esto no son compartimentos estancos, ni mucho menos dos
lugares comunes. Son dos pinceladas, a grosso
modo,
para comprender diferentes visiones acerca de la formación
artística. Las variantes y ramificaciones acerca del pensamiento
sobre estas cuestiones son diversas y complejas, incluso se afectan
entre ellas y saltan de un lado a otro. Es fácil encontrar a alguien
dentro de la academia echando por tierra la institución a la que
representa, o algún autodidacta incitando
a leer más sobre historias del arte.
Una
licenciatura, un máster y algunos cuantos viajes por el mundo me ha
costado entender que ambos tienen razón. La Academia, o más
concretamente la Universidad quien se ha hecho cargo del grueso de
los estudios artísticos en la actualidad, ofrece el conjunto de
elementos, herramientas y datos que todo joven artista debiera
conocer. Lo ofrece, además, en packs
compartimentados y ordenados, facilitando la asimilación rápida y
progresiva de lo que parece, discutible o no, lecciones elementales
para el candidato a artista. Por otro lado, las artes plásticas no
son más que otra de las manifestaciones físicas de la cultura de
una sociedad. El arte de cada momento responde a las circunstancias
de su época y contexto. Como la propia cultura, no es algo fijo y
único, sino cambiante, alterable, complejo e inter-dependiente. Se
podría hablar de tantos modelos de arte como personas y sus
cosmovisiones estén dispuestas a aceptarlo como tal. Ante este
espectro de posibilidades tan amplio, ¿cómo unos estudios
concretos, condensados en apenas unos pocos años, pueden tener la
capacidad de certificar la enseñanza del completo de las prácticas
artísticas?
Entonces,
llegado a este punto podríamos asumir que lo único que puede
ofrecer los estudios artísticos son unas nociones básicas, unas
notas de aviso antes de lanzarse al vacío, un paracaídas que cada
uno deberá saber usar y una palmadita en el trasero antes de saltar.
Sin una persona atenta, con una capacidad crítica y una sensibilidad
despierta, ningún certificado ni título podrá garantizar que
aterrices primero con los pies y no con la cabeza. Si bien una
carrera Universitaria de Bellas Artes no puede transmitir todo los
saberes acumulados por la humanidad en sus años sobre la tierra, si
puede brindar un pequeño espacio de confort donde realizar los
primeros experimentos. Antes de saltar.
Y lo
cierto es, que lo más interesante de la Universidad no son las
clases, ni los temarios, ni tan siquiera ese profesor tan majo y
culto que tanto te gusta. Lo más interesante es tener un espacio
donde encontrar y conocer gente con tus mismas inquietudes, con la
que compartir conocimientos, descubrimientos y el camino que lleva de
ser un novato tímido y torpe a la persona que termina sus estudios,
enfocando su presente para construir el futuro. Recuerdo un día, aún
estudiando en la facultad, que vino a hablar a los alumnos el artista
Pipo Hernández. Con su lenguaje sencillo y directo nos habló de su
tiempo de estudiante. Hablaba de la facultad como un ring de boxeo,
donde se iba a hacer guantes, a partirse la cara, a colar ganchos.
Comentaba que era el lugar perfecto para probar, intentar, tantear,
enfrentarse al mundo. Ahí, si te caías te podías levantar, siempre
con los guantes puestos, atento a los embates y dispuesto a lanzar tu
golpe. Con los años, creo que Pipo decía esto porque realmente le
gustaba el boxeo. Además, es una de esas personas de las que
desprende que las lecciones más importante que ha aprendido, han
sido en la calle. Aún así, me pareció una metáfora evocadora.
Los
alumnos que se presentan en esta ocasión, a la exposición anual de
la facultad de Bellas Artes, Berna, Ithaisa, Margarita, Mariana,
Miriam, Óscar, Rubén y Sheila, vienen a partirse la cara. Tras
algunos años haciendo sus pruebas, tanteando ideas, experimentando
recursos y buscando una poética personal, se presentan públicamente
para confrontar sus resultados con el resto de la sociedad. Para
algunos será su primera exposición, otros ya atesorarán alguna
experiencia previa. Pero siempre una exposición es un punto de
inflexión, un momento en el que el artista puede hacer una
evaluación del trabajo y su recepción, y en el que el público
puede tomar el pulso a la cantera artística y a las nuevas
propuestas. Además, al tratarse de una exposición universitaria, se
puede testar el estado de los estudios artísticos en la actualidad.
Por tanto,
la presente exposición tendría un valor contextual. Se entiende en
el contexto que la contiene, el académico, como parte intrínseca a
un proceso de aprendizaje y formación, así como asociada a la
búsqueda de conocimiento. De algún tipo de conocimiento que accione
al pensamiento y a una actitud crítica, que construya y de-construya
discursos. Empresa que en la actualidad, entre tanto fluir de
información y mercancía de ideas, necesita de dosis de valentía y
un poco de locura.
De
la otra parte, se encuentra el contexto social en el que se
encuentran estos artistas noveles, el cuál es difícil de obviar,
teniendo en cuenta la intensidad del año que hemos dejado atrás. El
2011 ha sido un año convulso, colmado de disturbios y
acontecimientos con ansia transformadora, ánimos de cambio y actitud
emprendedora. Desde la inicial revuelta en Túnez, que pronto se
propago por la mayoría del mundo árabe, pasando por los movimientos
sociales que se activaron en toda Europa y se propagaron por el resto
del mundo. Hasta el punto de que el tan disputado puesto de
personalidad del año, escogida por la revista estadounidense TIME,
se ha concedido al protestante,
la figura
modélica
que traspasa geografías, naciones y estados sociales. Los aires de
transformación e incertidumbre llegan hasta las obras de estos
artistas, quienes renuncian a la alienación ideológica a ningún
movimiento artístico o moda estética, para avanzar y orientarse en
los pantanosos terrenos de la experimentación y la especulación.
También resaltan las imágenes de violencia, así como la violencia
de las imágenes, en los trabajos expuestos, trabajando a partir de
archivos policiales y periodísticos. En la mayoría de los artistas
predomina el manejo de interrogantes y forzamiento de las propias
imágenes y los que nos cuentan. La puesta en cuestión del contenido
de la imágenes y su recepción, acercándose al posicionamiento de
la crítica moderna de la representación.
Pero
si algo cabe destacar de este ambiente novedoso y diferenciado, es el
cambio de paradigma que acarrea en las prácticas artísticas. El
paulatino abandono de los creadores del padrinazgo institucional, así
como el cambio en las estrategias de estas, prepara el escenario para
el surgimiento de nuevas oportunidades y otra forma de
democratización del tejido cultural. El trabajo colaborativo, el
esfuerzo compartido, la inversión de energías y capital en
proyectos comunes, la creación y consolidación de redes y la
multiplicidad de emprendedores independientes, formas de trabajo de
las que se ha venido hablando mucho e implementando lentamente en lo
que vamos de S. XXI, ahora funcionan como modus
operandi
en la mayoría de centros culturales. En el cambio de paradigma que
se está produciendo, en el que se reflexiona a la vez que se trabaja
activamente sobre el propio cambio, surgen nuevos modelos de
actuación interesantes. Dentro del campo institucional, se esta
produciendo el desplazamiento de la producción de proyectos propios
“originales” a la coproducción de proyectos entre varias
instituciones, creando redes de intercambio y colaboración. El
trabajo en equipo prepondera en la era digital, virtual y
materialmente. Así, no es baladí
el hecho de que el catálogo presente sea un encargo de la Facultad
de Bellas Artes de La Laguna a la editorial independiente La Piscina,
formada de manera autónoma por alumnos egresados de la misma
facultad. Quienes a su vez me han encargado a mí, otro ex-alumno que
trabaja de manera independiente, la confección de este mismo texto.
Así se crea una red de trabajo y de intercambio de conocimientos
entre profesionales de un mismo sector, que al mismo tiempo actúan
en un mismo contexto. Puede entenderse como otra formalización más
del eslogan, post-colonial y sostenible, “Piensa globalmente, Actúa
localmente”, ya que intervienen actores de un mismo entorno, pero
que trabajan sobre parámetros de interés global. Las obras
presentadas por este grupo de artistas, así como las bases sobre las
que se plantea y diseña este catálogo, texto incluido, están en
consonancia con cuestiones, ideas y problemáticas sobre las que se
trabajan en gran parte del planeta.
Con
este énfasis en el proceso de producción de todo lo que atañe a
esta exposición, desde la germinación de la propuesta en los
despachos del equipo directivo de la facultad de bellas artes, hasta
la presentación pública de la muestra y la puesta en circulación
de la publicación, se pretende formular el procedimiento total de
gestión y materialización del proyecto en un modelo de operatividad
enfocado en el sector artístico, principalmente a los propios
artistas y demás figuras afines, como comisarios independientes y
críticos de arte.
Una
idea esclarecedora se puede extraer de esta exposición. Los artistas
que se presentan en esta ocasión no son iguales a los que han pasado
por aquí antes. Sus herramientas pueden parecer las mismas y las
formas derivadas de ellas también, pero su situación es otra, sus
intereses son otros, sus objetivos son otros y sus ambiciones son
otras. Si tuviera que remarcar en una sola frase el trabajo de estos
ocho creadores, dejadme que tome prestada la expresión de Óscar
Hernández, uno de los artistas de esta exposición: Yo
no quiero ser artista.
Arístides
Santana,
en Las
Palmas de Gran Canaria, 20 de Abril de 2012.
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